LA VEJEZ

De los ciclos vitales por los que el ser humano atraviesa a lo largo de su vida, quizá sea la vejez la etapa menos reconocida y más denostada socialmente. Esto es debido generalmente a la falta de conocimiento de lo que en realidad implica y significa este momento de la vida tan importante.

Teniendo en cuenta que el ser humano es un ser físico, mental, psicológico y social, por lo tanto también hay diferentes edades, física, mental, psicológica y social. Una persona sería viejo dependiendo desde qué edad estuviéramos hablando, desde la Biología entenderíamos que una persona es vieja cuando se produce el deterioro evidente en su organismo; desde la Sociología una persona estaría en la vejez después de entrar en la jubilación y coincidiendo con un declive a nivel mental y psicológico, visto esto último desde la Psicología. En general, podemos entender como vejez aquélla etapa de la vida donde surge una crisis (cambio) consecuencia de la combinación de factores biológicos, sociales y psicológicos. Serían los factores sociológicos de receso de la participación social lo que provocaría en el anciano el aislamiento que vive tan frecuentemente.

Como apuntábamos anteriormente, la vejez implica una serie de cambios, cambios que forman un proceso en el cual la persona se ve inmersa y muchas de las veces sin ningún conocimiento de lo que significa dicho proceso. Si hablamos de los cambios biológicos hay un deterioro evidente de los sentidos, así como desde lo intelectual, procesos como la atención, concentración, memoria, etc, sufren un declive importante. Pero no estaríamos haciendo nuestra labor correctamente si no afirmáramos que este deterioro no sólo obedece al simple paso del tiempo, sino a la falta de uso. La mayoría de las personas mayores jubiladas olvidan que el proceso de declive es mucho mayor porque no se hace uso de dichas facultades. Esto es más evidente en aquellas personas que han desarrollado trabajos físicos y no intelectuales. Hacerse viejo, jubilarse, llegar a la 3ª o 4ª edad no significa jubilarse de la vida. Esta etapa de la vida sólo implica un parón en nuestra actividad profesional, nuestro rol social, que no en nuestra actividad vital, ya que ésta permanece mientras vivamos. Es igual de importante mantener activo no sólo el cuerpo físico, también el intelectual ya que si no, se entra en una fase de aislamiento y de pérdida de facultades. Para mantener nuestro intelecto activo es interesante trabajar con nuestros sentidos, procurarnos de técnicas que ayuden a nuestra memoria, así como realizar actividades nuevas que impliquen la necesidad de estar en continuo aprendizaje. Es necesario potenciar la plasticidad de nuestro cerebro para paliar el deterioro de nuestras funciones intelectuales.

Cuando esto no se trabaja y la persona mayor confirma la expectativa que la sociedad ha puesto en ellos, es entonces cuando viene la decadencia y es cuando la persona se convierte en un ser enfermo y pasivo intelectualmente. Es entonces cuando estos cambios tienen un reflejo en lo psicológico de la persona mayor, pasando de ser una persona activa e inmersa en la sociedad, a sentirse aislado, sin nada que aportar y con falta de expectativas. Es aquí cuando más necesario se hace la atención y el cuidado psicológico para paliar el impacto tan grande que muchos ancianos sufren. Ayudarles a ser conscientes de los cambios por los que van a pasar para poder vivirlos con naturalidad, es tarea de nuestra sociedad. Valorar la oportunidad de no tener que trabajar profesionalmente, y plantearse un proyecto de vida para este momento en el que se encuentran, qué actividades quieren hacer, con qué personas quieren estar, y sobre todo, vivir el presente plenamente segundo a segundo siendo conscientes de que es lo único que tenemos, el momento presente.

Como profesionales de la salud mental, forma parte de nuestra labor ayudar a nuestros mayores a ser conscientes de las necesidades a nivel emotivo y sexual que van a experimentar a partir de estos momentos. Las necesidades que tienen como cualquier otra persona, sobre todo a nivel sensible y emocional. Parece existir la idea socialmente aceptada de que los ancianos no tienen o no necesitan tanto de los demás en este sentido, y de ahí el abandono y aislamiento emocional que muchos de ellos sufren. Sabemos que la parte emocional y sexual de una persona es algo inherente y que acompaña a lo largo de la vida de cualquier ser humano, y es necesario que devolvamos a nuestros ancianos el derecho a poder vivirla de forma plena, natural y satisfactoria, sin tachar a una persona mayor de que es “un viejo verde” cuando hace muestras de su deseo sexual. Si decimos que es importante este aspecto en cada etapa de la vida, ¿cómo no iba a serlo en la vejez donde sabemos que surgen inseguridades ante un futuro, por lo general, con falta de expectativas y donde parece que una persona no puede aportar mucho más de sí a una sociedad que no lo valora lo suficiente? Si hay un momento de la vida donde una persona necesita apoyo, comprensión, sentirse querido y valorado, es sin duda cuando llega a la vejez.

Nuestros ancianos son responsabilidad de todos y cada uno de los miembros de la sociedad, desde la familia hasta las instituciones gubernamentales. Es imprescindible transmitir a nuestras generaciones jóvenes la importancia y el valor que tienen los ancianos en nuestra sociedad. Dejar de valorar su aportación en términos productivos y económicos como reflejo de nuestra sociedad capitalista ya que lo que no se entiende a veces es que la aportación de los ancianos, de nuestros mayores, es mucha, sólo hace falta echar un vistazo a tantas familias que salen adelante gracias a que los abuelos se hacen cargo de los nietos, gracias a que aportan comprensión, experiencia y cariño a la familia. Porque en realidad su aportación no tiene nada que ver con lo económico, es una contribución más humana difícilmente cuantificable.

Belén Alonso Muñoz

Psicoterapeuta