Cuando los padres llegan a la consulta, han tenido que recorrer un largo y muchas veces duro camino, en muchas ocasiones de diagnóstico en diagnóstico, otras porque se necesita tiempo para aceptar que su hijo/a necesita una ayuda que ellos no pueden ofrecerle. Este es un momento muy complicado porque puede llevar asociado mucha culpa por no ser ese padre o esa madre “ideal” que sabe en cada momento lo que necesita su hijo/a.
En el trabajo con niños/as y adolescentes incluimos a los padres como parte del proceso, ellos son quienes traen al niño o niña, los que saben muchas cosas de él/ella y los que van a influir para que el tratamiento con su hijo/a vaya en una dirección u otra. Pero hay otros casos en los que nos encontramos a padres y madres muy desorientados, que se encuentran sin herramientas para abordar la relación parental de una manera tranquila y sin sufrimiento. Es en esos momentos cuando ofrecemos a ese padre y esa madre un lugar propio para poder trabajar aquellos aspectos relacionados con sus funciones parentales. Un lugar para ser escuchados en sus inquietudes, en sus culpas, anhelos y sufrimientos por el síntoma que presenta ese hijo/a.
Mi tarea consiste en ofrecer esa escucha para contenerles y ayudarles en la clarificación de lugares y funciones, que puedan encontrar ese lugar desde el cual poder entender qué cosas pertenecen a ellos como padres y qué cosas son del hijo/a.